Las montañas nos fascinan por su naturaleza teóricamente virgen. Las consideramos lugares a los que podemos escaparnos y disfrutar, siquiera por unas horas, de un tipo de libertad que la civilización, con todas sus comodidades, no puede proveernos de ninguna manera. 

Pero, en realidad, la mayoría de las montañas son un paisaje humanizado; lugares en los que habitan algunas comunidades que, a su manera, también les han dado forma: construyendo pueblos, bordas, ermitas y puentes, despejando pastos, abriendo senderos… 

Sin embargo, en las montañas no queda claro quién define más a quien: si las comunidades al entorno; o el entorno a las comunidades. Lo que es seguro es que, dadas las dificultades de acceso a muchos de estos lugares, los pueblos de la montaña han mantenido tradiciones ancestrales que tal vez existieron en otros lugares pero que hace tiempo que desaparecieron. Y eso es algo que se ve muy claro en estas fechas que tenemos ya encima: La Navidad. 

Hoy vamos a repasar algunas de esas tradiciones únicas propias de las montañas; costumbres, algunas ancestrales y otras más modernas, pero que, en cualquier caso, tienen que ver con las montañas. 

Subir a una cumbre en Nochevieja o en Año Nuevo (País Vasco, España)

Empezamos por casa. En Euskadi, despedir el año que termina o recibir el que entra ascendiendo a alguna cumbre es una tradición muy arraigada, aunque no demasiado antigua, como demuestra el hecho de que, en la mayoría de los casos, es una tradición totalmente despojada de significación religiosa. Se trata, más bien, de una fiesta popular en la que se juntan cuadrillas de amigos para subir a algún sitio, brindar y comer algunos dulces. Cualquier cumbre es válida para este propósito, pero las más próximas a las grandes poblaciones reciben auténticas mareas en los días que rodean al cambio de año: Adarra, Udalaitz, Txindoki, Aizkorri o Erlo en Gipuzkoa; Pagasarri, Gorbea y el resto de montes bocineros en Bizkaia; El Gorbea otra vez o el Aratz, en Araba...

La Bajada de las Antorchas en los Pirineos (Catalunya)

Damos un pequeño salto hasta el Pirineo oriental, donde podemos encontrar una costumbre navideña muy vistosa. Generalmente, las fallas del Pirineo o bajadas de las antorchas se celebran en el solsticio de verano en ambas vertientes del Pirineo oriental. Sin embargo, en las localidades de  Bagà y de Sant Julià de Cerdanyola la costumbre es hacer la bajada el 24 de diciembre. Esta tradición lleva el nombre de Fia-Faia y, al igual que las bajadas de verano de sus vecinos, ha sido declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El evento es tan vistoso que, en los últimos años, en otras localidades del Pirineo (y muy particularmente en las estaciones de esquí), se ha empezado a replicar la costumbre para recibir el año nuevo. En este caso no estaríamos ante una tradición, pero esos ríos de luz que serpentean montaña abajo resultan igualmente bonitos.

Los "Krampuslauf" en los Alpes (Austria y Alemania)

En las aldeas alpinas de Austria y Alemania, los desfiles de Krampus, conocidos como "Krampuslauf", son una tradición navideña que combina lo místico con lo festivo. En estos eventos, figuras ataviadas como Krampus —un demonio de la mitología alpina— recorren las calles para castigar a los niños traviesos.

A pesar de su aspecto intimidante, los desfiles están llenos de música, disfraces espectaculares y un ambiente de celebración. Esta costumbre es un claro ejemplo de cómo en comunidades de montaña de difícil acceso las tradiciones paganas sobrevivieron mezclándose con las costumbres cristianas en lugar de sucumbir a ellas.

Fiesta de los Pastores en el Valle de Aosta (Italia)

En el Valle de Aosta, al pie de los Alpes italianos, la Navidad se llena de folclore local. Allí los pastores celebran la Navidad llevando ofrendas al niño Jesús en procesiones llenas de música y tradición. Procesiones que, muchas veces, terminan en remotas ermitas de montaña. Estas ceremonias son una prueba clara de que la vida rural y la espiritualidad siguen manteniendo un vínculo que pasa de generación en generación. 

Mercados Navideños en regiones de montaña (Suiza)

Los mercados navideños son algo relativamente moderno en toda Europa. Sin embargo, en los Alpes suizos, son una tradición antigua y una experiencia mágica. Aunque allí los podemos encontrar por todas partes, los hay con más solera que otros, como los de Rochers-de-Naye, Solothurn o San Galó, donde a los puestos de artesanía y productos típicos se unen carruseles y pistas de patinaje sobre hielo. 

Otro clásico de estas fechas es el "pueblo de Santa Claus", donde los niños pueden conocer al mismísimo Papá Noel en un entorno idílico rodeado de nieves perpetuas.

Escalada navideña en Snowdonia (Reino Unido)

Cerramos esta lista como la abrimos, aunque bastante lejos de donde empezamos. En Snowdonia, las montañas de Gales se llenan de vida durante la Navidad, cuando escaladores y excursionistas se embarcan en todo tipo de aventuras hacia las cimas. Esta costumbre (también moderna, como la de Euskadi) se ha convertido en una forma popular de celebrar las fiestas conectando con la naturaleza.

Hay quien dice que el acto de escalar durante la Navidad simboliza la superación personal; una forma de terminar el año dándolo todo o de empezarlo a tope. Puede que sea una mera autojustificación pero, de lo que no cabe duda, es de que es una gran forma de saltar de un año a otro.