Cuando aparecieron en la industria textil, hace ya unas cuantas décadas, los tratamientos a base de perfluorocarbonos (PFC) fueron una auténtica revolución. Las prendas tratadas con estos compuestos sintéticos repelían el agua y las manchas sin comprometer la transpirabilidad, y lo hacían a un nivel que nunca antes se había visto. Pero ha llovido mucho desde entonces. Hoy sabemos que, precisamente la lluvia, entre otros factores, tiende a degradar esos tratamientos, liberando los PFCs en el medio ambiente, donde tienen efectos nocivos persistentes y bioacumulativos.

Es decir, que el precio que estábamos pagando por tantas prestaciones ha resultado ser considerablemente más alto de lo que esperábamos. Y es, además, un precio que estamos pagando todos, y no solo los usuarios de estas prendas.

Qué son los PFC y cuál es su impacto

Los fluorocarbonos son compuestos químicos artificiales que contienen enlaces carbono-flúor. Existen dos tipos principales: los de cadena corta (SC-PFC) y los de cadena larga (LCPFC). Ambos han sido utilizados intensivamente en la industria textil, y concretamente en la outdoor durante años. Y no solo en los chubasqueros, como cabría esperar; chaquetas, pantalones, botas, mochilas… Los PFCs se han usado sin medida alguna.

Se trata de compuestos increíblemente resistentes, lo cual no quiere decir que permanezcan mucho tiempo en el uso que queramos darles. Es decir, aplicados sobre una prenda cualquiera, se degradan en un plazo no demasiado largo debido a la lluvia, los ciclos de lavado, la exposición a los rayos UV o la simple fricción; sin embargo, una vez liberados en el medio ambiente, persisten durante años, acumulándose en la tierra, el agua y los seres vivos. Además, dado que son compuestos muy ligeros, se dispersan fácilmente por el aire, aumentando considerablemente el radio de alcance de sus efectos. Un estudio de Greenpeace encontró que, tras 60 años de uso intensivo, hoy en día se pueden encontrar rastros de PFC en lugares tan remotos como el hígado de un oso polar. 

Que estos compuestos hayan pasado a la cadena trófica son muy malas noticias porque incluso en pequeñas dosis pueden afectar al sistema hormonal y reproductor de los seres vivos. También pueden erosionar nuestro sistema inmune, dañar el hígado y causar hipotiroidismo, colesterol alto y obesidad. Además, funcionan como mutágenos, por lo que se ha relacionado su exposición con el desarrollo de tumores.

Por si todo esto fuera poco, resulta que la producción de PFC libera gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.

Lo dicho, un precio demasiado alto por la simple comodidad de permanecer secos

Ternua fue pionera en la eliminación de los PFC

Poco a poco la conciencia sobre la peligrosidad de los PFCs ha ido creciendo. En Europa ya se prohibió hace tiempo el uso de los dos tipos más habituales, el sulfonato de perfluorooctano (PFOS) y el perfluorooctanoato (PFOA). En Estados Unidos, solo se ha prohibido el segundo. El informe de Greenpeace antes citado señala que, durante un tiempo, los fabricantes usaron PFCs de cadena corta en la creencia de que eran menos nocivos que los de cadena larga. Pero “menos nocivo” no es lo mismo que “NO nocivo”. Poco a poco, las marcas de outdoor han decidido corroborar su compromiso con el medio ambiente renunciando por completo al uso de tratamientos basados en PFC. Muchas de ellas se encuentran inmersas en ese proceso de abandono. Otras acaban de completarlo. En Ternua afrontamos ese reto hace ya 15 años y lo completamos hace seis años, convirtiéndonos en una de las primeras marcas a nivel mundial en lograrlo.

En 2009 pusimos en marcha un plan para eliminar completamente los PFCs de nuestro catálogo. Era algo fácil de decir, pero no tan fácil de llevar a cabo, y menos hace casi diez años. Eliminar los PFCs implicaba investigar mucho; había que encontrar alternativas que proporcionasen similares capacidades de repelencia al agua, transpirabilidad y durabilidad, pero que no tuviesen sus efectos nocivos.

Eso sí, estamos acostumbrados a ese tipo de retos. Fuimos la marca pionera a nivel mundial en el uso de pluma reciclada, trabajamos con tejidos fabricados a partir de desechos como botellas de plástico, posos de café y redes de pesca, y utilizamos únicamente algodón orgánico cultivado en campos que respetan los ciclos de la tierra y libres de químicos tóxicos.

En 2015 conseguimos la primera meta: eliminar completamente los PFOAS/PFOS de todos nuestros productos. Tres años después, en 2018 (un año antes de la fecha fijada para lograrlo) completamos el proceso: la colección de ese año y las de los años sucesivos han estado completamente libres de PFC en cualquiera de sus formas.

En Ternua sabemos que la forma en la que consumimos determina en gran medida el mundo en el que vivimos; pero creemos que es imposible provocar un cambio cuando, como consumidores, no tenemos alternativas. Es por eso que es responsabilidad de los fabricantes ofrecer esas alternativas y darlas a conocer a los consumidores. Ahora queda en tus manos (y en las nuestras, que también compramos y nos vestimos), escoger o no esas alternativas. Nosotros lo tenemos claro: PFC Free.