Impresionante Salar de Uyuni: un recorrido hasta la frontera de Chile
El Salar de Uyuni es el más impresionante, mayor y más alto desierto de sal del mundo y desde hacía tiempo era una asignatura pendiente para Juan Manuel Sotillos. Con más de 10.500 km2 y situado a más de 3.600 metros sobre el nivel de mar, el Salar de Uyuni contiene 10 mil millones de toneladas de sal que conforman 11 capas. El periodista y aventurero nos relata en este artículo el recorrido que realizó por esas tierras hasta la frontera chilena.
Un artículo escrito por Juan Manuel Sotillos
Cementerio de trenes
Nuestro punto de partida fue la magnífica ciudad de Potosí. Habíamos partido en coche desde Sucre, emplazado a 2.810 metros de altura, y la carretera va ascendiendo hasta llegar a la ciudad minera a 4.090 metros de altitud. Y esto se nota. Infusiones de coca irán bien para suavizar el ‘soroche’ o mal de altura, al tiempo que se aconseja no hacer ejercicios bruscos para ir adaptando el cuerpo poco a poco.
Saliendo de Potosí hacia Uyuni, imprescindible la visita al cementerio de trenes, vestigios del siglo XX, convertidos en ruinas, producto del abandono de la línea que cubría en 1899 Uyuni Antofagasta. Este panteón de trenes, en tiempos parte fundamental de la vida de los pueblos, plagado de hierros que compone las imponentes máquinas ferroviarias y sus destartalados vagones, no deja de ser un lugar curioso perdido en la inmensidad del altiplano. Merece la pena.
Y continuando camino de Uyuni se hace casi obligada una parada en Colchani para visitar una de las fábricas de sal donde nos explicarán la economía familiar de la sal, que rige la vida del pueblo en base a una organización cooperativista.
Pueblo minero
Y llegados a Potosí, evidentemente hay que darse una vuelta por el centro, visitando la Casa de la Moneda. Merece la pena al menos ver y entrar dentro del edificio más importante de la arquitectura colonial en América del Sur. Potosí es una ciudad de poco más de 240.000 habitantes, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La catedral, la Plaza 10 de noviembre, el Obelisco, la Estatua de la libertad, etc., en definitiva el centro histórico, bien merece un recorrido, y por supuesto, el Cerro Rico. Está alto pero hay que subir al mirador, y de camino, una paradita en el monumento al minero.
Potosí fue nombrada por el emperador de España Carlos V en el siglo XVII como la ‘Villa Imperial de Carlos V’. Creció de forma espectacularmente rápida a la vez que desordenada y en el siglo XVII se convierte, por su riqueza, en una de las tres ciudades más importantes del mundo, junto con París y Londres. Una leyenda urbana comenta que con la plata extraída de la mina del Cerro Rico, se podría construir un puente desde Potosí a Europa. Estas minas fueron sostén de la economía mundial durante la colonia, que tristemente se convirtieron en la tumba de miles de indígenas que perdieron su vida para extraer las riquezas de sus entrañas.
Merece la pena visitar las minas, donde nos enseñarán previamente dónde se compra la dinamita que se vende alegremente y a cualquiera en las pendientes calles de Potosí. Ver cómo trabajan hoy en día y en unas condiciones más que extremas con una temperatura en su interior que puede alcanzar cerca de los cincuenta grados es sorprendente.
El Salar de Uyuni
Un punto fuerte de nuestro recorrido por Bolivia iba a ser sin duda el gran Salar de Uyuni. Una confortable carretera va descendiendo de Potosí al pueblo de Uyuni, que se encuentra igualmente en el Departamento de Potosí. Llegando a esta población de Uyuni hay que darse una vuelta por el centro visitando el reloj público, entre la plaza Aniceto Arce y la avenida Potosí, construido en 1930 y declarado Patrimonio Cultural Material Inmueble del Estado Plurinacional de Bolivia, por su valor histórico, estético y urbano. Muy cerca de la escultura del Dakar está el ‘solmáforo’, el primero construido íntegramente en Bolivia, que mide los niveles de radiación ultravioleta y que se instaló precisamente en Uyuni a raíz del Dakar.
Con una extensión de unos 10.500 kms. cuadrados y situado a 3.650 metros de altitud, está la gran planicie salada, salpicada de islas. Hace 40.000 años era un enorme lago, llamado Minchin que con el paso del tiempo se fue reduciendo en extensión, hasta quedar en lo que hoy en día es un destino turístico mundial visitado por unos 60.000 turistas al año. Este deslumbrante manto blanco tiene figuras geométricas casi perfectas, apreciables a simple vista, formadas por las partículas de sal aglomeradas en polígonos. De los diez billones de toneladas que contiene el salar, en la actualidad se extraen unas 25.000 toneladas al año. Y como dato, el 90% de litio del mundo se encuentra en el salar, con lo que su riqueza mineral es asombrosa. Viajar con un 4x4 a través de él se convierte por sí mismo en un espectáculo paisajístico, haciendo diversas paradas para visitar sus islas, como la de Incahuasi (en quechua, la casa del inca), la más turística, con enormes cactus de hasta 10 metros de alto. O pararse en el primer hotel construido íntegramente con sal del salar, en cuyas afueras se encuentra una gran efigie del símbolo del Dakar, nada atractivo pero ahí está rompiendo el paisaje. Se puede también hacer una visita a Coqueza tras haber recorrido unos cien kilómetros en el salar. Caminando un poco por las laderas del volcán Thunupa, podremos llegar hasta una cueva donde se albergan unas momias milenarias.
Hacia las lagunas
Otra delicia cercana al salar y habiendo salido ya de este, es el árbol de piedra, una formación rocosa fruto de los caprichos de la naturaleza creado por los fuertes vientos que abaten la zona a lo largo de los tiempos. De unos cinco metros de altura y en equilibrio constante, se encuentra en el desierto de Siloli en las puertas de la Reserva Natural de Fauna Andina Eduardo Abaroa. Adentrados en este lugar observaremos el desierto de Dalí, llamado así porque, aunque sin conocerlo, el propio artista pintó algunos paisajes similares. Se trata de unas montañas con peculiares tonos rojizos. Si continuamos camino del desierto en el altiplano podremos ir visitando las diferentes lagunas altiplánicas a cada cuál más singular, por su color, por su fauna, por sus detalles...
En la laguna Colorada vemos una impresionante colonia de flamencos. Continuando viaje hay que visitar irremediablemente los Géiseres del Sol de Mañana. Entonces estaremos a unos 5.000 metros de altitud, suponemos que ya aclimatados después de deambular por el Salar y el desierto unos cuantos días. En esta zona de gran actividad geotérmica se pueden apreciar numerosas fumarolas, lava hirviendo y géiseres que contrastan con la nieve de alrededor. Para no perdérselos.
Las Damas del Desierto es otra obra maestra de la naturaleza que por acción del viento ha esculpido estas formaciones rocosas, cuando menos curiosas. Y como colofón al viaje y muy cerca ya de Chile, llegaremos a la Laguna Verde al pie del majestuoso volcán Licancabur.
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El resto de viajes también parecen interesantes; los iré leyendo y gozando a ratos.