Huyendo de la rutina: descubrir paisajes y montes cerca de casa
Un artículo de Alberto Iñurrategi, alpinista y friend de Ternua, sobre paisajes y montes cerca de casa.
Descubrir nuevos paisajes cerca de casa
El Covid-19 ha puesto patas arriba nuestras vidas y nuestras rutinas. Entre cuatro paredes, en poquísimos metros cuadrados, nos hemos sentido totalmente perdidos y desorientados. La especie humana es un animal de hábitos fijos: levantarse a la hora habitual, leer el diario de siempre, un café a media mañana, cumplir la jornada rutinaria, dar un paseo por el recorrido habitual, tomar la cerveza de rigor antes de cenar, acostarse a la hora habitual... No han sido pocos los psicólogos que nos han advertido de la importancia de fijar rutinas en casa mientras ha durado el confinamiento. Diría que, en definitiva, la rutina es esa seguridad y protección habilitada por cuatro paredes psicológicas para seguir acomodados en nuestra zona de confort.
Ha tenido que venir este virus para poder conocer y apreciar estos parajes verdaderamente asombrosos que tenemos a nuestro alrededor.
Los montañeros y escaladores también somos proclives a realizar nuestras salidas por los paisajes y montes de siempre, y escalamos habitualmente en escuelas que conocemos casi palmo a palmo. En mi caso, frecuento sobre todo las rocas de Araotz, Atauri, Etxauri, Valdegobia y Atxarte, y con menos asiduidad, me gusta escalar también en Ogoño, Mugarra y Apellaniz. Siguiendo las rutinas habituales, calentamos en las vías de siempre y luego nos exprimimos en unas pocas vías cercanas a nuestro nivel máximo. Diría que la mayoría de estas líneas seríamos capaces de encadenarlas casi de memoria. Siguiendo los movimientos por pura rutina.
No hace falta ir lejos para sorprendernos con rincones desconocidos y deleitar todos nuestros sentidos.
En estas semanas de “desescalada”, he estado escalando por primera vez en Alkiza, y de paso también he visitado por primera vez el pueblo de Alkiza. Ha tenido que venir este virus para poder conocer y apreciar estos paiasajes verdaderamente asombrosos que tenemos a nuestro alrededor. ¡Vaya disfrute poder recobrar el aliento y escalar en una escuela desconocida para mí! Tanto por la estética de las vías como por ese plus que da escalar nuevas líneas prácticamente a vista. Por el puro placer del descubrimiento. No hace falta ir lejos para sorprendernos con rincones y paisajes desconocidos y deleitar todos nuestros sentidos.
La belleza de lo inesperado
Es en los momentos en los que asumimos riesgos y superamos situaciones llenas de incertidumbre y dificultades cuando vivimos las emociones más intensas.
Más que la seguridad de la rutina, es la duda y la asunción de riesgos lo que nos mantiene alerta y despiertos, lo que nos hace vivir, y lo que nos proporciona a posteriori mayores disfrutes y alegrías. ¿Adónde nos llevará este desdibujado sendero? Tal vez se pierda entre matorrales, o quizá nos lleve a algún lugar inesperado… A fuerza de perdernos, y de llegar a casa con las piernas llenas de rasguños, abriéndonos paso entre árgomas y zarzas, es como se aprenden los caminos en el monte. Y en la vida, añadiría. Es en los momentos en los que asumimos riesgos y superamos situaciones llenas de incertidumbre y dificultades cuando vivimos las emociones más intensas.
Recientemente escuchaba a Andu Lertxundi decir que está en una buena edad para arriesgar, que siente ganas de aventurarse en nuevos caminos literarios. No me cabe duda de que este camino le va a proporcionar placeres y encuentros inesperados y, de paso, nos las va a ofrecer a los lectores.
Ahora que tenemos que movernos en las cercanías, pienso en cuantos planes posibles podríamos hacer a nuestro alrededor.
Estos días que he estado escalando en Alkiza, pensaba "vaya paisajes y parajes para andar en bicicleta de carretera o de montaña". A dos pasos de casa. Cautivado por el lugar, organizaba mentalmente planes posibles: después de escalar podríamos ir al Museo "Urmara" de Koldobika Jauregi, o bajar Asteasu y caminar por la “Muskerraren bidea” a través del mundo literario de Atxaga. O después de tomar una cerveza en el Hostal de Alkiza podríamos ir a cenar con el rico txakoli de la gastroteca Urruzola. O a través de Andazarrate bajar a Orio para darnos un buen chapuzón en el mar, o….
En esta geografía de confinamiento, disponemos de un sinfín de rincones por descubrir y mil combinaciones de planes posibles para cada época y momento.
Reflexionar y aprovechar el momento
En la cercanía tanto humana como geográfica tenemos mil rincones por descubrir.
Y ahora que tenemos que movernos en las cercanías, pienso en cuantos planes posibles podríamos hacer a nuestro alrededor. Porque en unas dimensiones relativamente reducidas, Euskal Herria es inmensa. Disponiendo la aguja del compás en nuestro centro geográfico, en los aledaños de la sierra de Andia, desde ese epicentro hasta el último rincón hay como máximo 150 kilómetros, pero ese pequeño círculo está repleto de paisajes de montañas y mar, selvas y bosques, nieve y desiertos asombrosos. Nuestra geografía tiene la distancia justa que se puede recorrer en lo que dura un atasco en las grandes urbes. Y en esta geografía de confinamiento, disponemos de un sinfín de rincones y paisajes por descubrir y mil combinaciones de planes posibles para cada época y momento.
Esta situación debería hacernos reflexionar, por ejemplo, de qué manera ha agradecido la naturaleza nuestra pausa, debería enseñarnos que la única cosa verdaderamente importante es la vida misma.
Cuando todo esto termine, quién sabe, quizá volvamos a las rutinas de antes, pero cuando menos, esta situación debería hacernos reflexionar, por ejemplo, de qué manera ha agradecido la naturaleza nuestra pausa, debería enseñarnos que la única cosa verdaderamente importante es la vida misma. Y ahora que nos hemos acostumbrado a guardar distancias, debería hacernos ver la importancia que tiene un abrazo o un apretón de manos, el contacto, una charla amistosa o una cena... La cercanía, en definitiva. Debería mostrarnos que en esa cercanía tanto humana como geográfica tenemos mil rincones por descubrir. Y, si es posible, al menos de vez en cuando, deberíamos probar el placer de romper nuestras rutinas y adentrarnos en parajes desconocidos.
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