Nadar con ballenas, una experiencia que despierta conciencias
Es bien conocida la relación que nuestra marca tiene con las ballenas. A nuestro entender, estos fantásticos animales representan, mejor que ningún otro símbolo, el espíritu de aventura del territorio en el que nació Ternua. Nuestro enfoque, por lo demás, es bien distinto al de aquellos vascos que se lanzaron a la mar persiguiendo a las ballenas; nosotros, muy al contrario que ellos, no queremos cazarlas, sino protegerlas. Y no solo a las ballenas. Nuestro modelo de negocio y nuestros productos están pensados para tener el menor impacto posible en el medio ambiente; nuestras iniciativas, como los proyectos signgulares, buscan que ese impacto sea, de hecho, positivo. Lo hacemos a través del reciclaje, la renuncia a los productos contaminantes y a los productos en cuya obtención se produzca sufrimiento animal, entre otras cosas.
Pero volvamos a las ballenas. Alice Forrest es, de todos los friends de nuestra marca, la que mejor conoce la importancia de estos animales y siente más admiración por ellos. Esta bióloga marina y guía de vida salvaje está acostumbrada a convivir con ballenas, pues nada regularmente en su compañía en aguas de Tonga. Acompañar a gente que quiera vivir esta experiencia es parte de su trabajo. En su opinión, lejos de ser una mera actividad turística, esta es una forma efectiva como pocas de despertar en quienes la acompañan el deseo de proteger a estos inmensos cetáceos. Más aún, de despertar el deseo de cambiar, de vivir de otra manera. En este artículo que nos ha hecho llegar lo explica perfectamente y creemos que es una reflexión que merece la pena compartir.
Swimming With Whales - A Journey To Tonga
Los vascos fueron los primeros balleneros, navegando por su propia costa y luego por los océanos del mundo hace más de mil años. Otros países se unieron a la caza y pronto ningún lugar fue seguro para las ballenas, esos majestuosos habitantes del océano que fueron perseguidos hasta los rincones más helados del planeta. Luego llegó un punto de inflexión, una generación antes de la nuestra, cuando las poblaciones alcanzaron su límite y las personas comenzaron a darse cuenta de cuán valiosas eran estas criaturas. No por su grasa o sus barbas, sino simplemente por ser seres maravillosos, inteligentes e increíbles que compartían nuestro planeta oceánico. Afortunadamente, detuvimos la caza antes de que fuera demasiado tarde. Desde que entró en vigor la prohibición de cazar ballenas, ninguna especie se ha recuperado mejor que la ballena jorobada. Sus poblaciones fueron diezmadas - reducidas en más del 90% - pero ahora están recuperadas, lejos ya del peligro de extinción. Esta historia humana que comprende exploración intrépida, aprendizaje de nuestros errores y esfuerzo por mejorar, proteger y regenerar nuestros espacios salvajes está íntimamente vinculada con los valores de Ternua. Con esto en mente, me gustaría compartir un poco sobre nuestra reciente experiencia con las ballenas jorobadas.
Durante los últimos meses, mi compañero y fotógrafo submarino Ángel Grimaldi y yo (bióloga marina y guía de vida silvestre) hemos estado viviendo en el Reino de Tonga, un pequeño país en el océano Pacífico Sur compuesto por 170 islas, muchas de ellas deshabitadas. Nuestro trabajo consistía en llevar a la gente a nadar con las ballenas y enseñarles sobre biología, ciencia y fotografía submarina. Como alguien que ama a las ballenas, no puedo imaginar un trabajo mejor. Honestamente, no hay nada más impresionante en nuestro planeta que la experiencia de mirar a los ojos de una ballena jorobada y ver la curiosidad cuando ella te devuelve la mirada.
Las ballenas jorobadas se encuentran en todo el mundo, pero se separan en poblaciones únicas que generalmente no se mezclan. Las ballenas en Tonga pasan el verano austral en sus áreas de alimentación en la Antártida antes de viajar miles de kilómetros hacia las cálidas aguas de Tonga para dar a luz en invierno. Esta migración anual es una de las más grandes del reino animal. Se pensaba que esta población de ballenas se había reducido a sólo unos pocos cientos de individuos antes de que cesara la caza, pero hoy en día hay más de cinco mil ballenas que visitan esta nación insular.
Como todas las ballenas, las jorobadas aún enfrentan amenazas. El cambio climático afecta a la disponibilidad de sus alimentos, a menudo ingieren plásticos junto con el krill que comen (un estudio encontró que es probable que consuman más de un millón de pequeñas piezas de plástico al día), la contaminación acústica afecta su salud y capacidad de comunicación, y los enredos en redes de pesca son una amenaza constante. Si bien actualmente sus poblaciones gozan de salud, las ballenas jorobadas y otras especies aún se ven afectadas negativamente por nuestro estilo de vida de muchas maneras. Él océano sigue sufriendo.
Las ballenas son increíblemente inteligentes, conocidas por comunicarse en una variedad de "idiomas", cantar, enseñar y compartir conocimientos. Tienen culturas, familias y profundos lazos entre sí. A menudo observamos madres con crías en Tonga: tienen su propio lenguaje, se susurran entre ellas y son enormemente afectuosas. Las crías pasan tiempo cerca de su madre, frotándose contra ella, sentándose bajo su barbilla, rodando sobre su espalda. Nosotros flotamos en la superficie, observando en silencio, esperando los momentos en que la cría decide investigarnos. Las madres jorobadas, con sus grandes pulmones, pueden descansar unos veinte minutos bajo la superficie. Las crías, que aún están aprendiendo, suben a respirar con más frecuencia y, a menudo, durante este tiempo se acercan a nosotros. Estos son mis momentos favoritos. Un bebé de una tonelada, ingenuo pero con la sabiduría de todas las ballenas, se acerca en sus propios términos, como si se preguntara qué somos, extraños visitantes que chapotean en su hogar azul profundo.
Todavía nos queda un largo camino por recorrer para ser los guardianes que este planeta merece, pero momentos como este me recuerdan por qué vale la pena. Esforzarse por ser mejor, minimizar mi propia huella, regenerar la tierra y el mar, y asegurar un hogar seguro para esta ballena bebé y todas las futuras. Espero que esto sea lo que hayan aprendido todos nuestros invitados en Tonga esta temporada, a través de la magia de conectar con una criatura salvaje. Que esa experiencia, junto con la educación y el conocimiento, nos permita crear guardianes para el mar. Hay muchas cosas que todos podemos hacer para proteger este extraordinario planeta y las criaturas que lo habitan. En Ternua lo hacen todos los días a través de su modelo de negocio y de producción sostenibles. También han adoptado, por cierto, a cuatro ballenas a través de WDC; una iniciativa que sirve para proteger directamente a las ballenas y sus hogares. En cuanto a los demás, como individuos, todos podemos contribuir con las decisiones que tomamos: lo que compramos (y lo que no), lo que comemos… en definitiva, cómo vivimos. Evitar plásticos de un solo uso, no consumir suplementos de krill o mariscos (a menos que sepamos dónde y cómo fueron capturados localmente), comprar productos de proximidad, etc., son buenos puntos desde los que empezar. Pero creo que es más fácil obtener esta mentalidad de las experiencias en la naturaleza, ya sea mirando a los ojos de una ballena, navegando a costas remotas, alcanzando la cima de una montaña o caminando por un bosque. El camino del aprendizaje directo estimula, en última instancia, el deseo de devolver; porque es más fácil proteger aquello que amamos.