El G4: la montaña de mis sueños.
Ya hace muchos años que la literatura de montaña no me atrae, una vida dedicada al alpinismo y a todas las diferentes modalidades de nuestro deporte, tanto profesionalmente como en mi tiempo de ocio, hacen que el libro de la mesilla de noche tenga que ser de otro tema.
Pero en mis inicios fue, como no, Walter Bonatti el que me marcó, y su montaña deseada y conquistada, la que yo también soñé en conquistar. La montaña perfecta, esbelta y difícil, alta, muy alta pero sin llegar a los dichosos ocho mil metros.
Mi carrera como alpinista se encontró con Jordi Corominas, en unas pruebas de acceso para el equipo de jóvenes alpinistas a principios de este milenio. El se encargó de hacer de maestro y yo de seguir sus pasos, después de su exitoso ascenso a la Magic Line del K2 ya me atreví a proponerle el G4. Yo ya había hecho los deberes, un año antes subí asta los asfixiantes ocho mil metros por la cara N del Shisha Pangma y comprobé que podía escalar a pesar de la hipoxia.
El ayuntamiento del Valle de Boí, en plena época de vacas gordas, fue el que nos permitió intentar la mas arrogante de las líneas del G4.
Sobrevivimos para contarlo y con eso pensaba que ya había tenido suficiente, pero ya hace unos cuatro años, que intento conseguir el dinero y el equipo, para intentar el pilar S de esta grandiosa montaña.
Con Roger ya he estado en el Himalaya, encordado con Marc, el verano pasado subí un impresionante nevado en la cordillera Blanca, son dos compañeros excelentes con los que puedo confiar. Con Iker nunca hemos ido de expedición juntos, pero lo vamos a solucionar este mes de junio en la India, una previa a Pakistan para llegar al glaciar del Baltoro en mejores facultades que si salíamos de casa directamente.
A mi aclimatar me cuesta, así que para no vomitar montando la tienda, en el campo base de estas montañas, estar en altura el mes anterior me es de gran utilidad, tanto física como psicológicamente. Este año he organizado una excursión al Zanskar, un recóndito valle del Tibet indio que ya me es muy familiar, donde se puede escalar en roca y mixto a alturas no tan sofocantes. Allí hablaremos largo y tendido con Iker y el resto de amigos de muchas cosas que no tendrán nada que ver con el alpinismo.
El proyecto es emocionante, ahora solo falta estar a la altura. Dios, ya me sudan las manos...