La Pedriza: riscos espectaculares y más de 1500 vías de escalada
Un artículo de Sebastián Álvaro, periodista, escritor, aventurero y friend de Ternua, dedicado a La Pedriza.
Situada en la zona meridional de la Sierra de Guadarrama, el conjunto de la Pedriza ofrece uno de los jardines de roca más interesantes y bellos de la Península Ibérica. Pero la Pedriza, sobre todo, es la escuela de escalada favorita de los escaladores madrileños, un tipo de escalada de adherencia en un magnífico granito rosáceo que han levantado los riscos más espectaculares, y que son recorridos por más de 1500 vías de escalada de todas las dificultades. Los lugareños, desde hace siglos, cubrieron esas formaciones rocosas de leyendas y quisieron ver figuras fantasmales que explican los nombres actuales de collados, peñas, agujas, riscos y canchales; entre ellos los más conocidos: el Yelmo, el Pájaro, el Hueso, el Tolmo, Cancho de los muertos, la Vela, el Cáliz, el Pajarito, la Ventana y un montón de nombres y rincones que otorgan a la Pedriza un carácter único y muy destacable en la geografía española.
La cabecera del Alto Manzanares
La cabecera del Alto Manzanares, junto con Peñalara, el valle del Lozoya y la Pedriza, es una de las zonas más bellas y por eso fue declarada Parque Regional en 1985. Desde 2013 pasó a tener la figura de mayor protección medio ambiental y forma parte del Parque Nacional del Guadarrama. Es por tanto un lujo para una urbe como Madrid, tener a media hora de coche un lugar de tanto interés, tan singular y tanta belleza dónde poder caminar, escalar o simplemente pasear por el curso del río Manzanares que pocos kilómetros después atraviesa la capital.
En estos lugares muchos de nosotros comenzamos a caminar desde niños, al principio empujados por nuestros familiares, pues desde antaño la sierra de Guadarrama ha gozado de merecida fama por sus aires y aguas saludables, por sus increíbles cielos y atardeceres pintados, entre otros, por pintores de la Corte como Velázquez y Goya. Después de las caminatas también vinieron las primeras escaladas y las largas travesías, acompañado de las primeras novias. Guadarrama fue refugio y escondite, también testigo de emociones que no se olvidan nunca.
Fueron los espíritus ilustrados de la Institución Libre de Enseñanza (¡cuánto la echamos de menos!) y de algunos escritores de la Generación del 98, como Machado, los que nos enseñaron a amar y conservar el Guadarrama. Porque lo que nos ofrecen las montañas es mucho más que su imponente armazón físico. Mucho más que el agua que bebemos, la madera que nos proporcionan sus árboles, el oxígeno que respiramos. Es lo intangible, el conjunto de cultura, sensaciones y emociones que, desde el siglo XVIII, nos hace protegerlas y amarlas. Es el Sentimiento de la Montaña, que empezaron los científicos y difundieron los escritores, y los pintores, los músicos, los alpinistas y los poetas. Es lo que hace de las montañas el lugar más noble y saludable para el cuerpo y el espíritu. Allí se encuentran los últimos espacios compasivos para el alma. En la Pedriza, en Guadarrama encuentro todo lo que busco. Procede de su belleza, su silencio su soledad; del ritmo pausado al caminar, que nos hace respirar hondo y enriquecernos con cada paso, con la calma que nos rodea, con la belleza de los pinos y de ese horizonte que nos transmite la armonía del universo. En la montaña se ejercita el cuerpo realizando el ejercicio más saludable y para el que todos estamos preparados. Por eso, de vez en cuando, enseño a mis amigos el lugar dónde comencé a amar las montañas. Ya se sabe que los primeros amores nunca se olvidan…
La Pedriza
Una de las mejores y más destacadas marchas, al tiempo que exigentes, para conocer las montañas de Guadarrama une Manzanares el Real, (970 metros), -dónde podremos visitar uno de los castillos más bellos de Castilla, el del marqués de Santillana de finales del siglo XV-, recorre el curso del río Manzanares, se adentra en la Pedriza anterior, pasa por debajo del risco más conocido y famoso entre los escaladores, el Pájaro, para adentrarse en un bosque de pinos y helechos por el que se alcanzan las Torres de la Pedriza, los primeros dosmiles, y el collado de Miraderos, dónde se puede vivaquear, ateniéndose a las normas del Parque Nacional. Es uno de los lugares más privilegiados para ver el atardecer ponerse sobre la Pedriza y la gran urbe de Madrid al fondo. Al anochecer se ve el resplandor de las luces de Madrid, sobre un fondo rojizo y las cuatro torres de la Plaza Castilla.
A la mañana siguiente, muy temprano como deben hacer los montañeros expertos (algo que siempre explica Carlos Soria) hay que ponerse en marcha para enlazar la parte superior de la Pedriza con el cordal de Cuerda Larga, es decir con la línea de cumbres más altas de la Sierra, (si exceptuamos la montaña de Peñalara que con sus 2429 metros es la mayor elevación de Madrid y merece una visita aparte), destacando la Najarra (2123 m), Cabezas de Hierro (2381 m) y el alto de Guarramillas (2.265 m), antes de descender al Puerto de Navacerrada que separa Segovia de Madrid (1858 m). En total unos 30 kilómetros con un vivac. El horario dependiendo de las prisas, la condición física y las condiciones meteorológicas (hay que llevar cuidado en invierno porque la montaña invernal es, directamente, otra montaña) y, por supuesto, la compañía. Me gusta ir a caminar en soledad muchas veces, pero la alegría compartida con buenos amigos es algo inapreciable, por eso disfrutar de la charla, la amistad y el paisaje es algo tan raro que el poeta Robert Browning (uno de los más poetas románticos británicos más grandes) dijo que no es normal encontrar “Al mismo tiempo el lugar, el momento y la persona amada” Así que si, raramente, encuentras en la Pedriza, las tres cosas al mismo tiempo, este es el sitio, disfrútalo y no salgas corriendo. Desde luego podría hacerse corriendo, o del tirón en el día, saliendo temprano, y yendo mucho menos cargado al no llevar saco de dormir ni algo de comida, pero perdería el romanticismo de ver una noche estrellada al raso. Pero también conviene saber que aunque no se vaya corriendo siempre hay que atenerse a un ritmo y a un horario para llegar a Navacerrada dentro de lo planificado. El primer día unas 3-4 horas y el segundo entre 4-6, más o menos, incluyendo alguna pequeña parada.
Epílogo
Tantas expediciones a los macizos montañosos más importantes del planeta durante los últimos 30 años me hicieron alejarme de la Pedriza ocasionalmente, por falta de tiempo, pero esas rocas singulares nunca se han apartado de mi cabeza ni de mi corazón. Porque nunca se olvida la infancia que es el lugar recurrente al que volvemos, que en mi caso está atada al Guadarrama. Muchas veces los madrileños no valoramos la fortuna de tener tan cerca unas montañas tan amables y sanadoras como la Pedriza, Peñalara, Guadarrama. Sanadoras para el cuerpo y la mente. Porque muchas veces cuando me acosan los problemas, o simplemente necesito reflexionar, salgo a caminar sólo por aquellos senderos de Guadarrama de mí niñez, el único paisaje cercano para calmar un corazón tan tormentoso como el mío, buscando sentir -como escribiera Giner de los Ríos en 1886 al ver un atardecer en estas montañas- “una impresión de recogimiento más profunda, más grande, más solemne, más verdaderamente religiosa".
Descubre los montes favoritos de Sebastián Álvaro en este artículo.
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