Cuando gestionamos el riesgo de una actividad en terreno de aludes, siempre tenemos que tener en cuenta tres factores, que son las condiciones de la nieve, las características del grupo y el terreno de juego que elijamos. Valorar las condiciones de la nieve es un arte sujeto a múltiples variables, sin duda de los tres elementos de gestión del riesgo el más técnico y el que más formación requiere. La gestión de un grupo, a pesar de la relativa sencillez de los hábitos de circulación segura, suele ser la mayor fuente de problemas, debido a la debilidad de la mente humana cuando se enfrenta a problemas complejos; el saber que la causa de los accidentes por avalancha somos nosotros mismos, no implica que la solución sea fácil, esto es, conocemos al enemigo (nosotros mismos), pero es el enemigo mas difícil de batir.

De esta manera, nos queda la elección del terreno de juego como la herramienta mas sencilla para gestionar el riesgo de aludes; el terreno normalmente nos dará las claves para movernos con seguridad. El terreno es invariable, es una excelente herramienta para la planificación de salidas, y es el que nos dará las soluciones cuando la duda se impone.

Cuando hablamos de terreno, hablamos de pendientes, de orientaciones respecto al sol, orientaciones respecto al viento, de trampas, de formas de la ladera...

La pendiente es el elemento mas importante sin duda; una pendiente inferior a 30º es segura, siempre y cuando no esté conectada a pendientes más inclinadas. Las pendientes entre 31º y 34º nos introducen al terreno de aludes, y las pendientes entre 35º y 45º son las favoritas de las avalanchas (¡¡y de los esquiadores!!). Saber medir las pendientes sobre un mapa y sobre el terreno es una buena manera de gestionar el riesgo.

La orientación al sol es importante también. En las umbrías, la inestabilidad de la nieve perdura más tiempo y son por estadística las zonas donde habitualmente se concentran los aludes. En invierno, las umbrías abarcan desde el NW al E. La orientación respecto al viento, implica reconocer sobre el terreno el efecto local del viento, para poder identificar los sotaventos y con ellos, la posible presencia de placas de viento.

La forma de una ladera, nos va a dar muchas pistas sobre las posibles zonas de fractura de una placa. En una pendiente convexa, donde la pendiente de una ladera se acentúa, es mucho más fácil que se rompa una placa, debido a la tensión a la que se encuentra la nieve en ese tipo de terreno.

Las trampas del terreno son cualquier elemento que va a agravar las consecuencias de una avalancha. Son trampas los acantilados, las rocas, los árboles, las hondonadas y barrancos. Este concepto nos lleva directamente a pensar en las consecuencias de un posible accidente, valorar la estabilidad de la nieve quizás es complicado, valorar las consecuencias de un accidente por contra es muy fácil.

¿Cómo podemos sintetizar todo esto de manera sencilla?

ATES, la clasificación del terreno.

Desde hace unos años, se esta llevando a cabo la cartografía ATES del terreno de aludes en el que se clasifica el terreno en tres categorías; terreno simple, exigente y complejo. Mientras esta cartografía no este disponible de manera general, nuestra labor es realizar nuestra evaluación del terreno, mediante una buena interpretación del mapa. El ATES es una herramienta muy útil para planificar una salida.

Terreno simple: terreno forestal o poco inclinado (<30º). Puede haber alguna zona de llegada de aludes poco frecuentes. Es un terreno que ofrece muchas posibilidades para reducir o eliminar la exposición. Por ejemplo, en Zuriza, Estriviella sería un terreno simple, aunque en el Pirineo no abunda este tipo de terreno.

Terreno exigente: es el tipo de terreno de transición entre los terrenos seguros y los peligrosos. Implican exposición en zonas de trayecto de aludes, en zonas de salida o en trampas. Son terrenos que en general permiten trazar de manera segura a una persona experta, aunque si no lo hacemos bien es fácil entrar en terrenos peligrosos. Por ejemplo, en Astún, Malacara sería un terreno exigente.

Terreno complejo: son terrenos donde no es posible minimizar el riesgo. Implican pendientes fuertes (>35º), terreno grande y abierto, exposición a múltiples zonas de salida de aludes y a trampas. Es el típico terreno de alta montaña (por ejemplo, sector Fenías, Garmo Negro, Infierno en Panticosa).

Para planificar una salida mediante esta herramienta, tenemos que cruzar el tipo de terreno con el grado de peligro que nos da el BPA. De esta manera, podemos planificar una salida de manera sencilla.

Con un BPA 2, podríamos movernos en terrenos simples y exigentes con una cierta tranquilidad, mientras que los complejos nos exigirán mucha precaución.

Con un BPA 3, podríamos movernos con tranquilidad en terrenos simples, y con precaución en los exigentes. Con este grado de peligro no se recomienda circular por terrenos complejos.

Con un BPA 4, solo podremos movernos con precaución en terreno simple.

Recordad que esta es una herramienta de preparación de salidas; a la hora de circular por la montaña, deberemos ser nosotros los que valoremos pendientes, sotaventos, trampas y los que deberemos actuar siguiendo los protocolos de circulación segura. Reevaluar nuestras decisiones y ser flexibles con el plan previsto serán actitudes que nos ayuden a mejorar nuestra seguridad. Y recordad que cuando la nieve y su estabilidad se convierten en un problema, la solución la encontraremos en el terreno.