¿Está muerto el sistema de las tres capas?
Durante muchos años, cuando hablábamos de vestirse para llevar a cabo actividades al aire libre en general, e invernales en particular, enseguida salía a la palestra la norma de las tres capas. El sistema de las tres capas es un método bien conocido por los aficionados y que responde correctamente al reto de mantener el cuerpo caliente y seco; algo que, pensado con detenimiento, no es nada sencillo. Si se tratara simplemente de crear una barrera infranqueable entre nuestra piel y el exterior, la cosa sería sencilla; el desafío consiste en hacer que un elemento, nuestro sudor, pueda atravesar esa barrera sin llevarse consigo nuestro calor y, a la vez, sin que la humedad exterior o el viento puedan recorrer el camino inverso.
La norma de las tres capas, como decimos, fue una buena respuesta a ese problema, y sigue siendo útil en términos generales. Tiene, además, la ventaja de que, al ser un sistema compuesto por capas independientes, estas se pueden combinar para hacer frente a condiciones diversas.
Sin embargo, el sistema tiene ciertas limitaciones. La mejor manera de comprenderlas es atendiendo a las funciones asignadas a cada una de las capas.
Primera capa: Funciona como una segunda piel. Aunque a menudo se llama a las prendas de la primera capa “ropa térmica”, en realidad su función principal es la de evacuar el sudor hacia el exterior haciendo que nuestra piel permanezca seca durante la actividad, por lo que, en propiedad, se trata de prendas transpirables. Para que esta función de evacuación funcione, es importante que esta primera capa se ajuste bien a nuestro cuerpo, sin tirar ni apretar, pero sin dejar aire entre la piel y el tejido.
Segunda capa: Es la capa de abrigo propiamente dicha. Debe retener nuestro calor corporal, pero permitiendo que el sudor continúe su camino hacia el exterior, cosa que se logra por capilaridad. Es una capa más holgada que la primera, pero tampoco debe serlo demasiado, porque eso podría dificultar esa tarea de transpiración. Tradicionalmente esta ha sido la capa del forro polar y de los rellenos sintéticos
Tercera capa: Esta es la capa que nos protege a nosotros y a las capas inferiores de las condiciones exteriores, impidiendo que pasen la lluvia, la nieve y el viento, pero permitiendo que nuestra transpiración complete su camino hacia el exterior. Debe ser, por tanto, impermeable y transpirable; y además, resistente a las rozaduras y a los desgarros.
En la práctica, en condiciones muy duras suele usarse también una cuarta capa más centrada en esa tarea de protección frente a los elementos. Se trata de prendas muy impermeables, termoselladas y reforzadas. Idealmente, también deben permitir la transpiración, aunque priman la defensa frente a los elementos.
El sistema, como se ve, está basado en una buena idea. De hecho, poco después de ser enunciado, las marcas de ropa lo hicieron suyo y comenzaron a crear prendas específicas con él en mente. El problema está en que, en la práctica, la existencia de tres capas tan bien definidas da lugar a un número bastante limitado de combinaciones (1; 1+2; 1+3; 1+2+3), mientras que las concidiones que podemos encontrar en una actividad de montaña, si tenemos en cuenta elementos meteorológicos, intensidad y duración de la actividad, son incontables.
Un ejemplo característico en el que el sistema de las tres capas se queda corto es el de una actividad de intensidad media-alta en un entorno no demasiado frío, pero con algo de viento, o con lluvia muy ligera. Si la segunda capa no reúne más características que las que son propias, nos encontraremos con la obligación de llevar puesta la tercera capa, aunque eso aumenta nuestra sudoración y nuestra incomodidad.
Llegan las prendas 2,5
Fue precisamente el hecho de que la segunda capa se usase tan a menudo como capa final lo que hizo que, poco a poco, se le fueran añadiendo algunas propiedades de la tercera capa: refuerzos en puntos estratégicos, cierta resistencia a la humedad, protección contra el viento... La idea era retardar el momento en el que fuese inevitable sacar la tercera capa de la mochila. Eso dio lugar a la aparición de un tipo de prenda que no encajaba en el rígido sistema de las tres capas: los softshell.
Más recientemente han aparecido las chaquetas polivalentes ligeras rellenas de fibra o de pluma. Al contar con tratamientos que las hacen resistentes al viento y a cierto nivel de humedad, pueden usarse como una segunda capa pura, o bien como una 2,5, igual que el shoftshell. Su éxito ha sido tal, que su uso es casi la norma hoy en día.
Chaquetas Kimoa JKT para mujer y chaqueta Yukkon Hybrid Hood JKT para hombre; dos prendas 2,5
La aparición de estas prendas “de 2,5 capas” propició, a su vez, la creación de un tipo diferente de tercera capa; una ultraligera cuya misión era completar la protección que el softshell no podía ofrecer. Por decirlo de alguna manera, si el shofthell había llegado hasta el 2,5 del sistema, las nuevas terceras capas ultraligeras solo debían aportar el 0,5 restante. La ventaja es que estas prendas no ocupan nada en la mochila y, combinadas con la primera capa, forman un 1,5; algo que, con la aparición del trail running resulta increíblemente útil.
Chaqueta Neutrino para mujer y chaqueta Cyclone JKT para hombre; dos prendas de última capa ultra ligera.
En definitiva, no es que el sistema de las tres capas haya muerto, sino que se ha vuelto menos rígido, se ha enriquecido con la aparición de prendas polivalentes. Aunque ya hay quien habla del sistema 2,5, sería un error pretender que estas nuevas prendas terminen sustituyendo a las que integraban el clásico sistema de tres capas, porque eso nos devolvería a un escenario de poca variedad en el que se reproducirían las carencias del sistema de tres capas puro. Se mire como se mire, el hecho de que ahora existan tantos tipos de prenda entre los que escoger es una buena noticia para los aficionados y los profesionales de la montaña.
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