Un relato de Iker Madoz, escalador y friend de Ternua, en Dolomitas.

Día x² del pu… confinamiento. Mi cabeza se intenta escapar de las cuatro paredes que la rodean, en busca del olor de la naturaleza, de la sensación de viento y frío, del cansancio generado al correr, de las vistas al llegar a una cima, de los bosques, de todo; en busca de la vida. Me siento afortunado, nunca me ha faltado imaginación para viajar desde el sofá ni para imaginarme la vía que quiero escalar ni los grandes embolados en los que me quiero sumergir; y, además, he podido empezar a trabajar de nuevo, colgado de las fachadas cual mono. Los días se repiten, uno tras otro, el de hoy igual que el de ayer y posiblemente similar al de mañana. Lo que me lleva a pensar en los Alpes. Concretamente, me vienen los recuerdos de principios de año, me viene la fatiga de esos días en los que sucedía cada día lo mismo que el anterior y que el próximo: ¡escalábamos! El tiempo nos acompañó en toda la salida y, junto a nuestra gran motivación, no pudimos parar en casi todas las vacaciones.

Empieza la aventura

Son las 7 de la mañana en el aeropuerto de Barcelona. Horas antes Mikel, Alberto y yo habíamos firmado nuestra ansiada vía en la pared norte del Ripera. Al despedirnos, ellos se fueron hacia Pamplona y yo a casa de Dani Ascaso. Se ve que me vio con cara cansado y me preparó una ducha con sorpresa… ¡agua fría para desenjabonarse! Preparamos la maleta con el material detallado por Santi Padrós, cenamos un buen potaje francés, dormimos profundamente durante 3 horas y marcha. Un viaje en coche relajado y un avión mañanero nos plantaron en la preciosa Venecia, en dónde nos recogió Santi con el motor encendido y una lista de tareas interminables, todas ellas igual de jugosas.

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Macizo de Brenta, Dolomitas

Se podría decir que para ser la primera vez que pisaba las Dolomitas, entramos por todo lo alto, ya que decidimos ir directos al Macizo de Brenta, a escalar la vía llamada Lisa Degli Occhi Blu en el Crozzon di Brenta; una vía de 600 metros en una majestuosa montaña de 3135 metros.

Teníamos 4 horas de coche por Dolomitas y alrededor de 1000 metros de desnivel para llegar al refugio donde queríamos pasar la noche. No había tiempo que perder. Con una conducción a la italiana y una breve parada a por cervezas, patatas y demás alimentos de primera necesidad, nos plantamos en el aparcamiento. Hicimos las mochilas mientras picábamos algo rápido y comenzamos a foquear con los esquís de travesía por un bonito bosque y una bonita gran mochila. Ya al anochecer, llegamos al Refugio Brentei, a 2180 metros.

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Dormimos en la parte libre de invierno del refugio y sin amanecer todavía nos pusimos en marcha por Dolomitas. En poco menos de dos horas estábamos en la base de la vía. Bueno, y aquí sí, vino el silencio. Los primeros largos eran los más duros, tiesos y expuestos. Así, había tarea para todos. Santi nos la había jugado, él llevaba ya varios días escalando en hielo y mixto y Dani y yo no habíamos catado algo vertical hacía tiempo. Dani, cual ingenuo que vuelve a caer en la misma trampa año tras año, mira a Santi y se ríe. Las miradas lo dicen todo, los largos más duros se los lleva Santi con valentía y calidad. Dani y yo nos contentamos con subir. Ya habrá días de apretar, pero primero teníamos que aclimatarnos al mixto duro.

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Después de salir de la zona más compleja, la vía continúa por una sucesión de diedros, corredores y cascadas hasta la arista cimera. Un viaje en el Crozzon di Brenta de lo más fantástico, con unas vistas y un ambiente excepcional. Así, empezamos a rapelar, llega la noche y seguimos bajando hasta alcanzar el suelo, después los esquís y después las mochilas. Toca tomar una decisión: o vamos de nuevo al refugio a pasar la noche ahí y bajar por la mañana (nos quedaba una mísera sopa para cenar para todos y casi nada de gas) o bajamos esquiando hasta el coche. Tener en cuenta que es de noche, estamos cansados, llevamos pianos en vez de mochilas y, por si fuera poco, la nieve es un asco (nieve costra). ¡Para abajo, hay que cenar pizza!

Y lo que a priori pensábamos que iba a ser el infierno, fue un emocionante final para la primera aventura en Dolomitas. El cielo estaba despejado y casi había luna llena. Incluso llegamos a disfrutar de la bajada. Pocas veces se esquía en esas condiciones.

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Al día siguiente amanecemos y ponemos rumbo a casa de Santi, para secar todo, descansar y pensar en los siguientes días en Dolomitas. Durante estos días nos dedicamos a escalar en diferentes sectores clásicos de Dolomitas, conociendo cada día nuevos valles y admirando el potencial que tienen allí para la escalada en hielo y mixto.

Escalamos durante tres días seguidos repitiendo vías de calidad como Kolfosck, Il Polentoni, Pilone Centrale y La Churri. Esta última abierta por Santi y Diego unas semanas antes. De esta manera, nos ponemos a tono para lo que viene.

Breitwangflue, Kandersteg, Alpes Suizos

Los días pasan y la motivación sigue creciendo. Estamos a día 13 de enero y decidimos tirar hacia Suiza, a una de las mecas del mixto y hielo vertical: Kandersteg. En esta ocasión también se viene Diego, un amigo italiano deseoso de desafilar sus piolets. Un día de viaje y nos plantamos en el pueblito; a 1100 metros no hay nieve, hay hierba, parece verano. Las cascadas del valle que otros años habíamos escalado estaban secas. ¡Que bajón!

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Nos queda un comodín, la carta estrella, el sector Breitwangflue, situado a 1800 metros. A lo largo de esta muralla norte de 300 metros caen cascadas de gran calidad; escalar cualquiera de estas, ya es escalar un rutón. Y, para llegar, dos horas de cuestas.

A las 5 de la mañana despertamos, desayunamos y a caminar. ¡Hemos acertado! Hay varias cascadas en buenas condiciones. Encendidos por las ganas, en cordadas de 2, cada pareja se va a escalar la vía que más le motiva. Mientras Diego y Dani escalan Crack Baby, Santi y yo subimos por Durststrecke. En definitiva, dos líneas de hielo espectaculares.

Así, nos reunimos bajo la pared al atardecer y decidimos si dejar las mochilas en la base para volver mañana (nos ahorrábamos subir los 800 metros de desnivel con peso) o pasábamos al plan B; la norte del Eiger. Habíamos oído que estaba en condiciones decentes para ser invierno y eso no pasa todos los años. Al final, tras valorar fechas, pros y contras, estado físico, material, etc. decidimos quedarnos donde estábamos e inflarnos a escalar vías de calidad.

¡Dicho y hecho! Pasamos en Breitwangflue todos los días que quedaban hasta nuestra vuelta: 4 jornadas seguidas escalando este estilo de vías. Entre ellas estaban Tsunamix, Stairways to the Stars, Durststrecke, Crack Baby y Traner der Eisprinzessin. El día de la marmota: desayunar, andar, escalar, bajar, cervezas, cenar, dormir y repetimos.

De esta manera agotamos nuestras fuerzas, volvimos a Italia e hicimos un buen asado en casa de Diego para recuperarnos.

Al día siguiente Dani y yo cogíamos el vuelo por la mañana, de vuelta a la realidad.

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