Hoy, 17 de junio, es el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, una fecha instaurada por Naciones Unidas para recordarnos que la sobreexplotación de los recursos hídricos, unida al cambio climático, están produciendo una desertificación acelerada de muchas zonas antes fértiles. En España, en concreto, la extensión en peligro alcanza los dos tercios de la superficie total, y en el 11% del territorio el riesgo es muy alto.

El panorama no es alentador, desde luego, pero no queremos detenernos en malos presagios porque, con toda seguridad, hoy encontrarás docenas de artículos sobre el tema aprovechando la efeméride. En su lugar, nosotros vamos a viajar hasta cuatro desiertos geológicamente naturales; es decir, desiertos en cuya génesis nada ha tenido que ver la acción del hombre porque, de hecho, ya estaban allí antes de que llegáramos nosotros.

 

Taklamakan

El año pasado este lugar, por lo demás poco conocido fuera de China, saltó a los medios de comunicación de todo el mundo cuando una nevada lo cubrió por completo dejando la inusual estampa de un mar de dunas blancas.

El desierto de Taklamakan está situado en el corazón de Asia Central. Es menor que su vecino, el desierto de Gobi, pero bastante más temible. Mientras que la Ruta de la Seda atravesaba el Gobi (y de hecho, contaba con varios centros de comercio en su interior), el desierto de Taklamakan suponía una barrera casi infranqueable que obligaba a las caravanas a desviarse hacia el norte o hacia el sur. Un vistazo por satélite ayuda a comprender por qué; Taklamakan se ve como una enorme mancha amarilla posada sobre el continente, casi como si estuviera fuera de lugar. No en vano este es el segundo mayor campo de dunas del mundo, detrás del de Rub al-Jali, en la península arábiga.

Sin embargo, al contrario que en Rub al-Jali, que es completamente inhabitable, aquí las condiciones extremas no han impedido que se asienten los pueblos. De hecho, sus arenas esconden el secreto fascinante de la civilización tocaria, un misterioso pueblo caucásico que lo habitó durante casi tres mil años. La extrema sequedad del desierto ha conservado varios cuerpos momificados que nos han permitido corroborar que, tal y como detallaban las crónicas chinas, los tocarios tenían rasgos caucásicos, ojos claros y pelo rubio o pelirrojo... ¡en el corazón de la actual China!

 Duna en Taklamakan

 

Namib

 El de Namib es el único desierto costero de nuestra lista. Aquí las olas del Atlántico lamen los pies de las enormes dunas de arena, que se cuentan entre las más altas del planeta. También son las más antiguas, pues se cree que este lugar ya era así durante la era terciaria, cuando el meteorito de Chicxulub puso fin al reinado de los dinosaurios sobre la Tierra. 

En cualquier caso, su edad no es el único encanto de Namib. Este es un lugar en el que tiras la  cámara al aire y la foto te sale buena. Aquí las dunas son de un rojo intenso al caer la tarde y el mar de un azul intenso. Además, al contrario que otros desiertos de arena, el de Namib está lleno de vida. Esto se debe a su particular forma alargada (2000 kms de norte a sur por entre 80 y 200 kms de este a oeste) y al hecho de que son muchos los cañones que se internan en él desde la sabana oriental y que funcionan como corredores biológicos. Es por eso que, en parte norte del desierto, se pueden ver poblaciones de oryx, antílopes, avestruces, chacales, hienas y caballos salvajes, mientras que en la parte norte abundan los elefantes del desierto, las cebras, los leones y las jirafas.

 Namib

 

Salar de Uyuni

Una capa de salmuera cubre el Salar de Uyuni durante parte del año, convirtiendo a este paraje de los Andes bolivianos en un lugar irreal; una especie de espejo colosal que pone a prueba el sentido de la realidad del observador. El Salar de Uyuni es el mayor desierto de sal continuo y también del más alto; una planicie de 10.582 km² que se extiende a una altitud de nada más y nada menos que 3.650 m s.n.m.; es decir, por encima de cualquier pedazo de territorio peninsular.

De alguna manera se puede considerar este lugar como una especie de mar de sal de 120 metros de profundidad (espesor, en este caso). De hecho, los terrenos rocosos que afloran aquí y allá son denominados islas; islas que, a su vez, esconden sus propias maravillas. En la llamada Isla del Pescado, por ejemplo, se pueden admirar cactus gigantes de hasta 10 metros de alto.

La planitud del lugar es tal, y su reflectividad tan alta, que funciona hasta cinco veces mejor que la superficie oceánica para la calibración de los satélites artificiales. Sin embargo, hay sombras en el futuro de un lugar tan extraordinariamente luminoso. El Salar de Uyuni constituye la mayor reserva de litio del planeta; algo que, en un mundo que avanza hacia la electrificación, lo convierte en algo así como la Arabia Saudí del futuro. Y es que las baterías se fabrican con este mineral que es escaso en casi todas partes menos aquí. La extracción ya ha comenzado en algunos sitios y lo único que puede salvar a Uyuni, tal vez, es su declaración como Patrimonio de la Humanidad; algo en lo que ya se está trabajando.

 Salar de Uyuni

 

Outback australiano

El Outback no es propiamente un desierto. Es más bien una zona semiárida tan vasta que posee varios desiertos en su interior. Resulta paradójico que exista un lugar del tamaño del Outback en un continente que lleva el nombre de Oceanía. Más aún si tenemos en cuenta que, de los 8,5 millones de kilómetros cuadrados que tiene el continente (con todas sus islas, incluyendo Australia, Nueva Zelanda y Nueva Guinea), 5,6 millones de kilómetros son de Outback.

Aunque es una región muy escasamente poblada (el 90% de la población australiana habita en zonas urbanas costeras), el Outback está inserto como ninguna otra cosa en el imaginario australiano, así como en la imagen que el mundo tiene del país. Allí todo es grande y todo está lejos. La localidad de Alice Springs lo ilustra muy bien. Esta pequeña ciudad de 25.000 habitantes está situada en el centro mismo de Australia, en mitad del Outback. La costa más cercana está a 900 kilómetros de distancia, y la ciudad más próxima a más de 1.200 kilómetros. Sin embargo, hasta Alice Springs llegan miles de personas porque desde aquí parten las visitas al monumento natural más célebre de Australia: Uluru, antes conocido como Ayers Rock. Ahora bien, siendo algo así como el centro de visitantes de Uluru, Alice Springs dista de Uluru nada menos que 450 kilómetros.

Uluru