Por Oscar Gogorza, Guía de Alta Montaña UIAGM, www.cuerdacorta.com
A la hora de salir a la montaña, el montañero habitual se preocupa de estar en forma, de vestir adecuadamente, de adquirir esa mochila que se adapta perfectamente a su espalda, de buscar botas que no le revienten los pies y así hasta cerrar una larga lista de pequeñas obligaciones autoimpuestas para que la salida del fin de semana sea lo más provechosa posible.
Por extraño que pueda parecer, sólo un porcentaje ínfimo de los montañeros salen a su terreno de juego predilecto armados con un mapa y una brújula, elementos muy importantes a la hora de aprender cómo orientarse en la montaña. Los hay, y cada vez más, pegados a un GPS, pero no es lo mismo. Tenemos, y en esto pecamos casi todos, la extraña costumbre de salir a la montaña a ojo, casi siempre confiando en que otros nos orienten ladera arriba y abajo, un poco como si nos produjese urticaria tomar las riendas de nuestra propia orientación.
Y la verdad es que aprender los conceptos básicos de la orientación da pereza, aunque cuando nos ponemos manos a la obra descubrir cómo orientarse en la montañaes un arte fundamental, entretenido y provechoso. Sólo cuando aprendemos el manejo del mapa y la brújula podemos empezar a pensar que somos montañeros autónomos, gente capaz de llegar a buen puerto tras perderse sin tener que llamar el helicóptero de rescate.
El presente texto no es un curso online de orientación: los guías de montaña, los clubs y las federaciones ofrecen cursos variados donde acudir para formarse. En cambio, con estas líneas se pretende plantear una defensa (¿apasionada?) del arte de orientarse.
Antes de coger la brújula, conviene extender un buen mapa sobre la mesa y observarlo hasta que nos empiece a ‘hablar’. Entender la leyenda del mapa, su simbología, sus colores, sus líneas, su escala, todo aquello representado sobre una hoja, es el punto de partida para cumplir con la finalidad de la orientación, que no es otra que saber donde estamos para saber a dónde vamos.
Al principio, lo ideal para aprender cómo orientarse en la montaña, es escoger el mapa de un área, macizo o montañas que conozcamos bien para ver cómo se representa en el papel aquello que está fijado en nuestra retina. Darse un buen paseo con dicho mapa sobre el terreno nos permitirá descifrar poco a poco la representación a escala. Éste es un trabajo fundamental, previo incluso al del manejo de la brújula. Con un buen mapa, uno que sepamos interpretar a la perfección, podemos orientarnos con buen tiempo sin grandes problemas.
Antes de efectuar una salida deberíamos preguntarnos si seremos capaces de encontrar el camino incluso con mal tiempo y escasa visibilidad, deberíamos conocer los puntos clave del itinerario escogido y preveer una retirada alternativa en caso de renuncia. Aquí ya nos veremos obligados a tirar de brújula, con lo que esto implica: entender el genial invento para poder trazar rumbos, calcular distancias, etc. Es más sencillo saber manejar la brújula que aprender a interpretar correctamente un mapa, pero a la hora de orientarse correctamente todos los detalles cuentan.
Normalmente nos perdemos porque olvidamos a menudo hacernos ésta pregunta básica: ¿Dónde estamos? Para cuando queremos saber nuestra posición, ya es tarde, y sin mapa ni brújula resulta muy difícil ubicarse. Por eso debemos tener siempre a mano mapa, brújula y altímetro. para ser capaces de señalar con exactitud el lugar en el que estamos. Y si sabemos donde estamos, podemos elegir a dónde ir.
El GPS es un gran invento, cierto, pero por extraño que parezca muchos lo emplean sin el apoyo de un mapa, o tratando de leer en la pantalla un mapa que no entienden. El GPS puede ser una trampa si no sabemos leer un mapa, ni interpretar el terreno. Seguir una flecha en una pantalla es sencillo, pero cuando la visibilidad desaparece, la flecha puede llevarnos a la ruina.
Ningún aparato electrónico nos exime de la responsabilidad de saber orientarnos con mapa y brújula.
La orientación exige dedicación, entrenamiento, horas de ensayos y errores pero es un ejercicio absorbente, divertido y que concede al usuario un grado de autonomía que le permitirá disfrutar de la montaña sin dolores de cabeza.