La V edición de la Ternua Snow Running de Sierra Nevada fue un verdadero espectáculo de luz y sonido, en el que los jadeos y los frontales fueron los protagonistas. Ya la noche de antes, algún valiente se atrevía a hacer chistes sobre la carrera, mientras se reunía con la grupeta de amigos y comprobaban todos que disponían del material obligatorio para disputar la prueba a la par que discutían sobre el trazado de la carrera y los puntos donde atacar.
El sábado, día de la prueba, la organización estaba a full, repartiendo los dorsales, volviendo a reconocer el recorrido, balizando, montando el área de meta, y ultimando detalles con los voluntarios y trabajadores de la estación de esquí. El ambiente ya se respiraba en Sierra Nevada, se estaba haciendo realidad una prueba, que a pesar del contratiempo este año de la falta de nieve, consiguió hacer un recorrido muy parecido al que se pretendía.
El ambiente se iba caldeando, ya se veía gente con mallas preguntado por el club Montebajo para recoger su dorsal, y por el Briefing en el que se explicaban todos los aspectos tanto técnicos como de seguridad de la carrera. Se iba haciendo realidad, Pablo Ruiz de Almirón daba la charla técnica en plena plaza de Andalucía ante la atenta mirada tanto de corredores como de gente de a pie que se encontraba por allí. Y ya por fin llegaba el momento de ir hacia el área de salida, mucho pro y mucho amateur, con tanta ropa técnica era complicado diferenciarlos, todos con sus mallas térmicas, gorro, guantes, zapatillas de trail, cadenas, dorsales pillados con imperdibles, manta térmica, frontal, cámaras deportivas, y demás complementos, algunos más útiles que otros.
Una vez pasado el control de seguridad en el que se verificaba tanto la identidad del participante como el material obligatorio, ya se entraba de lleno en el área de salida. Una batucada con muchísimo ritmo daba la bienvenida a los participantes, hasta los más vergonzosos meneaban sus caderas con la excusa de calentar un poquito antes de emprender la salida. Gente motivada, mucho selfie, mucho espectador y un speaker que iba recordando aspectos importantes de la carrera. Pero el cachondeo se convirtió en un poquito de miedo mezclado con respeto, y el escalofrío entró cuando empezó la cuenta atrás, 5, 4, 3, 2, 1 TOP.
Los más de 600 participantes como locos salieron corriendo por la pista del Río, el grupo no tardo en estirarse, los primeros iban corriendo! Algo que sorprendió a todos los mortales puesto que tras los primeros 300 metros, el ritmo se hizo coherente y se comenzó a caminar.
La primera subida por la puesta del río puso en su sitio a todos los participantes, no era fácil guardar fuerzas para el resto de la carrera frente a tal pendiente, pero los pequeños grupos de espectadores que se encontraban a lo largo del camino lo hicieron más llevadero. Una vez que se llegaba a la entrada de la pista Zahareña, empezaba el primer tramo bonito. Nos adentrábamos en la oscuridad, los frontales empezaban a ser útiles buscando la pisada perfecta para no perder tracción, mirabas para arriba y veías un precioso lienzo llamado Sierra Nevada en el que los frontales dibujaban una línea dinámica marcando el recorrido. Ahí se podía empezar a correr.
Al llegar a Borreguiles, otro estupendo grupo de la organización nos esperaba con caldo calentito, palmeritas y bebidas para que la hidratación no fuese un problema, a tanta altitud el cuerpo se deshidrata con sólo respirar, y aquello no era respirar, combatimos por el oxígeno. Fue ahí cuando entramos en la segunda parte bonita de la carrera. Por la carretera (nevada) de nuevo se podía correr, siendo cautelosos ninguno hizo un sprint, pues sólo los más osados iban a por el pódium o a bajar de un tiempo determinado. Disfrutar de la montaña, de su grandeza y esplendor, fue el objetivo de esta etapa que discurrió por cauchiles.
Ternua Snow Running Sierra Nevada 2016 bajo la luna llena
Otra vez solos, sin más compañía que una pletórica luna llena, la cual hacía que los frontales no fuesen imprescindibles, y los esquiadores de montaña Tamara y Fernando de Sherpa que nos animaban con los cencerros, o los grupos con raquetas dándose un paseo nocturno, íbamos remontando el desnivel necesario para acabar cruzando las pistas de esquí y llegando al esperado punto de control del telesilla Veleta II. Fue un tramo precioso, en el que por cansancio las bromas ya iban decreciendo, hasta los más humoristas preferían centrarse en respirar bien que en hacer chascarrillos.
Una vez llegados al punto de control comenzaba la bajada. Creíamos que ya estaba todo hecho, pero ni muchísimo menos. Comenzamos a bajar ya exhaustos, de nuevo nos esperaban en el Nevasol esos gloriosos voluntarios y cocineros con caldito caliente para afrontar el último tramo de carrera mientras oíamos rugir en Borreguiles a los coches que estaban participando en el curso de conducción extrema en nieve.
La bajada se hacía dura, había que controlar el cuerpo y no dejar que se acelerase, pues eso significaba caída segura. Pero aun así se bajaba suelto, con ganas de llegar, de acabar esta prueba tan épica y dura que rozó los 3000 metros en su punto más alto.
En los tramos de mucha pendiente, más de un intrépido, viendo que a la par que nosotros bajábamos corriendo, había esquiadores disfrutando del esquí nocturno, decidió que su culo se deslizaba más rápido que sus piernas y sin pensárselo dos veces lo usó como trineo. Por fin se oía la meta, el Speaker con el micro animando a todos los participantes, eso era lo que te daba fuerzas. Llegando, las fuerzas las sacabas de debajo de las piedras, algún tirón y el gemelo queriendo ponerse rebelde, pero no, había que acabar dignamente.
La meta era un precioso recibimiento, habíamos subido a lo alto de la península ibérica, y unas antorchas y un público entusiasmado nos daban la bienvenida junto a Pablo, que no dudaba en mencionar el nombre del finisher si lo conocía. Por fin, ya cruzada la línea de meta, el tiempo del reloj era lo de menos, la sensación de ser un titán, de haber disfrutado de la montaña, y las batallitas que se podrán comentar el lunes en la oficina, eso junto al calor de la organización, es lo que se te queda.